sábado, noviembre 23, 2024
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Han pasado muchas cosas con César Farías

Por Miguel Santana – @santanadeportes. 

Su carrera da para hacer un libro e incluso, existe el título.

Están pasando demasiadas cosas y nadie sabe por dónde empezar. Marítimo acaba de ganar su cuarto título en Venezuela, teniendo uno de los mejores planteles que se haya recordado en la historia futbolística del país; México, con Luis Roberto Alves y Ramón Ramírez como principales protagonistas, ha alzado la Copa de Oro frente a Estados Unidos en el Estadio Azteca; 15 bombas estallan en Bombay y aquello generó conmoción en La India; Olimpia es campeón del fútbol paraguayo tras protagonizar un torneo de película contra Cerro Porteño; Bolivia logró por vez primera clasificar al Mundial; Ecuador ha organizado la Copa América y Argentina ganó aquel certamen con dos goles de Batistuta y los colombianos no olvidan ese aplastante 0-5 contra el rey continental en Buenos Aires. Todo eso pasó en 1993, año especial para el veinteañero que está soñando.

César Farías en entrevista para SantanaDeportes

Las nombradas naciones tendrán algo en común, pero no lo saben. El tiempo se encargará de darle forma a un mapa trazado entre miles de kilómetros, que se conectan con la misma ilusión. Todo empieza en la zona costeña venezolana, donde el olor a playa invita a investigar qué hay más allá. Él no tiene idea de lo que viene, pero su claridad lo impulsa a avanzar con dirección al nuevo reto.

Entonces, así como la primera ciudad fundada en Venezuela fue Nueva Cádiz, ese es el nombre de su primer equipo al timón. Lo dirige para convencer al grupo con una idea pasional, naciente desde el deseo triunfante. Es un tipo con forma de novato, pero letrado, estudioso, que osa exhibir algo distinto.

César Farías como entrenador de Nueva Cádiz

Cuando la Vinotinto venció 0-3 a Uruguay en Montevideo, Arango y “Pequeño” Rondón anotaron dos de tres, pero mucho antes de eso,

supieron qué significó ser campeones de la Serie Nacional Sub-20 bajo la mirada de a quien desde hora llamaremos César. Un ascenso a Primera División representó el siguiente escalón.

Zulianos, Trujillanos y Deportivo Táchira, en esta última escala, el tren viajó con más fuerza. La Copa Libertadores 2004 fue ese necesario escenario internacional, pertinente para sellar el primer gran titular: sin miedo al éxito. Nada importaron la grandeza del mítico River Plate argentino, ni la fuerza del Libertad paraguayo, ni mucho menos la categoría de Deportes Tolima, para avanzar invictos a octavos, instancia en la que Nacional de Montevideo fue neutralizado. Ahí, el árbol de la vida, sembrado con la semilla del esfuerzo, rindió uno de sus más grandes frutos.

Mineros, el nuevo paso y Deportivo Anzoátegui, la posibilidad de estar cerca de casa, para llenarse de aire y volar sin boleto de vuelta. César reúne todas las condiciones para ser el elegido y con ello, encargado de enfilar nuestros sentimientos hacia una misma camiseta. Y así, en 2007, post Copa América y poco más, llegó la oportunidad de ser seleccionador nacional de 30 millones, porque sus decisiones eran tema de conversación en la mañana y con café. Bonus: la primera vez que fuimos a un Mundial Sub-20, fue él quien dirigió.  

Ahora sí, aterrizamos. 18 de julio de 2023, un hombre de medio siglo, sentado frente al hermoso valle antioqueño, reflexivo y siempre preparado. Acepta la entrevista después de un turbulento, pero clave proceso de vida. Si fuese piloto de avión, diríamos que hizo gala de su protocolo: cambiar de rumbo, pero nunca de objetivo. De cierta manera está volando, junto a las Águilas que dirige.

“El debut fue muy reconfortante, con un partido bonito, con mucha gente, ante un rival muy tradicional del fútbol colombiano, que ha hecho una importante inversión para contar con jugadores como Bacca y Hernández, y contra un entrenador histórico del fútbol americano como Hernán Darío Gómez. Lo planificamos, trabajamos y salió bien”, expresó en la puerta de esta comunicación, todo después de sumar sus primeros tres puntos al mando del elenco que venció 0-1 a Junior.

Farías, siendo Farías. “En ningún momento he considerado que haya estado mal, tengo una perspectiva de vida muy distinta, siempre trato de tener calidad de pensamiento, nunca me detengo, cambio de dirección si es necesario, pero jamás me detengo; soy un hombre decidido, de carácter y siento que eso es lo que debemos tener para buscar lo que nos planteamos, porque el talento no es suficiente. Hay gente que es muy inteligente, que se facultó, pero que no tiene el carácter necesario y a mí, afortunadamente me forjaron esta característica desde las disciplinas deportivas que practiqué, para tener un profesionalismo que viene cargado de adrenalina, de lucha, sabiendo que a veces se gana y en otras ocasiones no, pero parte de la planificación moderna es eso, reinvención, reorientación y hoy estoy muy feliz de estar aquí, ahora empezando a vivir un duelo nada menos que contra Atlético Nacional de Medellín”, continuó. Su voz refleja autoridad y seguridad.  

En medio de una dinámica tan vertiginosa, lo único constante se llama cambio. Es ahí cuando el único técnico capaz de ganarle a Argentina con el seleccionado nacional comprende perfectamente que la cultura del trabajo se asocia al día a día, siendo proporcional a la consecución de importantes éxitos, porque todo se trata de no rendirse. Es esa una de las premisas con la que tiene tiempo andando.

“Tengo la experiencia de un entrenador de 70 años, porque he entendido que todo parte por entender a las distintas sociedades, de cómo es el manejo en distintas latitudes. En la guerra, uno no debe cambiarles el aspecto social a sus soldados, sino regularlos. Nosotros creemos en la dinámica de juego y partimos desde el hecho de ver, escuchar, diagnosticar, comprender y ahí, luego de todo esto, transmitir. Es necesario entender al jugador”, aseveró.

El destino ha marcado sus caminos y a donde sea que deba ir, lo hará creyendo profundamente en sus convicciones, defendiendo sus ideales con el principio del respeto por la diferencia y acumulando sabiduría para liderar proyectos foráneos. Aunque muchos lo consideran el mejor de su oficio en la nación vinotinto, tal elogio no altera para nada su sueño, porque Farías solo se compara con César.

“Trabajo para ser yo mismo y nunca he considerado ser el número uno de Venezuela, pero sí persigo un crecimiento continuo, desafiando a los mejores entrenadores del continente. A mis compatriotas los quiero, admiro y en lo que pueda ayudarlos, ahí estaré, siempre deseándoles lo mejor y respirándolos”, detalló el Midas de las Águilas Doradas, cuyo ahora es oro.

César Farías despierta admiración y es foco de discrepancias, pero jamás pasa sobre los hilos de la inadvertencia. Estuvo cerca de llevar a Venezuela a su primer Mundial y después, batalló con Bolivia para llenar de esperanza a sus aficionados por vez primera en casi tres décadas. Ostenta dos referencias de gloria lejos de casa, ha dirigido jugadores de inconmensurable currículo y lo más importante, siempre es él. Los calendarios van pasando y con ellos, va adoptando nuevas tendencias a una personalidad asociada al trabajo duro como razón que explica su éxito. Tal vez no lo vea así, pero siguen pasando cosas y esto apenas comienza, aunque si pudiéramos escribir un libro para darle forma a todo, no sorprende la capacidad para titularlo: “la adversidad como impulso a lo extraordinario”, así sería.  

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