Lo único Regalado en la vida de Juliennis, ha sido su apellido. Para ser una voleibolista exitosa ha tenido que transitar duros senderos, con inmenso esfuerzo, porque para llegar lejos, clave es dar pasos seguros, firmes y a tiempo. Su pasaporte tiene muchos sellos, y ella ve pasar las centellas del desánimo cuando quiere llorar, pero casi en lo inmediato, comprende que es una estrella y opaca cualquier deseo de claudicar con la actitud de una reina con forma de fuerte sirena.
En La Guaira nació, al ritmo de los tambores, caminando sobre la arena y profesándole amor al inmenso mar, hasta que migró hacia Los Teques, donde vivió un tiempo y creció rodeada de muchas cosas, especialmente, de canchas. Ser hija de Edecia Bravo ha sido un motivo para estar siempre feliz, porque aquello era garantía de una indispensable hermandad con el balón, su compañero de niña.
“Mi mamá me tiraba la pelota en casa y así comencé a entrenar, marcando mis pasos de ataque con tiza. Debo confesar que en un principio odiaba el voleibol, pero después me cautivó y se convirtió en mi vida”, aseveró. Eso fue parte de una historia cuyo primer episodio pudiera titularse un amor para el futuro.
Fue su propia madre quien la llevó a la escuela de Luis Amarista, entrenador y formador juvenil, y quien, en el pasado, había sido tutor de la talentosa Bravo, referente del voleibol nacional, con experiencia en ligas internacionales y representantes de Venezuela en diversas competiciones. Llegaba así el turno de su pequeña hija, inquieta por conocer detalles sobre esta disciplina. En su primera clase, se ahogó en un mar de lágrimas, porque nada vale tanto si no sufres en el proceso. Al ver que tenía cualidades, trabajaba fuerte.
“Llegué a la selección venezolana antes de incluso participar en un nacional. Tenía solo 12 años y nunca olvidaré mis primeras experiencias, porque son las que te marcan de cara al futuro. De niña, ya viajaba al exterior”, manifestó.
Pero el verdadero reto de Juli comenzó al tener que sacarles máximo provecho a sus cualidades deportivas, razón por la que tuvo que mudarse a las instalaciones del Instituto Nacional de Deportes (IND) a vivir, siendo tan solo una adolescente, pero con mente de acero, para pasar de 0 a 100 en un ciclo lleno de mucha exigencia.
“Considero que fue un movimiento clave, porque fue lo que me forjó el carácter para salir adelante. Me considero una persona familiar y creo que fue importante el hecho que tanto mi mamá como mi papá me visitaban con frecuencia, pero ahí crecía cada día, siempre enfocada en cumplir sueños”, dijo.
Y luego de una gran y primera experiencia en Montevideo, su vida se convirtió en una película, que perfectamente pudiera tener como trama a la superación personal. Iván Nieto fue clave en su formación, porque entendió algo que marcaría un punto de inflexión en la carrera de una jugadora profesional, con residencia en Europa.
“Jugué mucho tiempo de levantadora, pero realmente, no me sentía cómoda, hasta que hablé con Iván y él me dio la oportunidad de asumir un perfil más ofensivo. Hubo un cambio no solamente deportivo, sino actitudinal. Lo agradecerá siempre”, expresó. Y entre cada abrir y cerrar de ojos, llegó la oportunidad de volar lejos.
“¿Cosas difíciles? Estar lejos de casa, no pasar fin de año con mi familia, tener que entrenar todos los días tengas o no ganas de hacerlo, pero eso es lo que marca a un profesional y muestra la ruta hacia el éxito. Todo es disciplina y en ese sentido, tengo demasiado que agradecerle a mi mamá, porque ella me preparó psicológicamente para asumir estos retos, diciéndome que en cualquier momento me iba a llegar la oportunidad de jugar en Europa”, esbozó.
Vbc Aadorf de Suiza, CV Cuesta Piedra de España, Volei Grau Castellón del mismo país, CV Valencia, CV Barcelona, CV Playas de Benidorm y CV Leganés han sido sus casas, todo esto luego de transitar por Deportivo Anzoátegui, Vikingas de Miranda, Guerreras de Apure. También ha hecho vida en Indios de Caracas, Bucaneras de La Guaira y Deportivo Guarapiche. ¿Su mayor felicidad? Vestir los colores del seleccionado nacional y escuchar el Himno.
“Ser venezolana es algo especial. En este momento, vivo con una compañera brasileña y otra asturiana, y ambas han comido arepas y tequeños. Ponerme la camisa de mi nación es algo extraordinario, que no se explica sino desde el sentimiento más profundo que puedes tener como atleta y persona”, aseveró.
Y esa ha sido la premisa de Regalado, porque algún día, cuando no practique voleibol a nivel profesional, será recordada más por ser una buena persona, que por su indiscutido y enorme desempeño dentro de cada escenario. Mención especial merece el haber jugado al lado y en contra de quien al mundo la trajo, experiencia que, sin lugar a dudas, es tan única como extraordinaria, que la marcó para siempre.
Han pasado muchas cosas en su vida, demasiados son los lugares conocidos, enésimos los partidos disputados, pero algo siempre será perfecto: llegar al Litoral y volver a observar hacia el infinito, con los mismos ojos de una niña soñadora, que ahora pertenecen a una mujer que ha cumplido sus sueños y vuelve a ser niña, porque soñar es el primer paso antes de cumplir y su camino apenas está iniciando.
Excelente Atleta, muy profesional y ejemplo a seguir para las próximas generaciones…
Excelente nota y gran atleta, conmovedora historia
Gracias por esta publicación!