Por Miguel Santana – @santanadeportes
El Mundial de Fútbol Sub-17 ha comenzado y más allá de los resultados, hay experiencias que resultan poderosas, capaces de utilizarse para hablar acerca del deporte como fenómeno que cambia vidas. Estacionemos nuestra atención en un nombre: Junior Colina, delantero venezolano que hace vida en la joven Vinotinto. Es una de las principales armas del técnico Ricardo Valiño, pero para efectos de este escrito, lo conoceremos a partir de quien fue y así comprender cómo será. Maracaibo lo ha visto esforzarse al máximo para ganarse un puesto en la representación nacional, cumpliendo uno de sus más importantes sueños, pero acaso el primero de bastantes. Si crees que enfrentas dificultades y una gran lucha, te invito a leer acerca de alguien que cobra un pasaje al éxito.
Sin conocer con exactitud lo que en su mente hay, haré de Junior. Soy uno de los miles de niños que habitan en Los Cortijos, lugar donde nacen muchos y se crían pocos. Mis padres son humildes trabajadores y tengo un hermano menor al cual miro con ojos de amor. Poseo muy poco, pero nada me falta y aprendí a ser feliz con lo justo y necesario para encarar cada amanecer.
Estoy en una granja y como no tengo dónde más vivir, intento encontrar aquí cualquier cosa para entretenerme. Sueño con ser futbolista, pero en este lugar no abundan balones, así que desarrollé mi técnica usando una pelota de tenis y de vez en cuando la perfecciono pateando botellas de refresco. Cerca, queda una cancha donde gente mayor que yo juega y como quiero demostrar que también sé, pido permiso para mostrar y sobre el asfalto que tengo talento. Hasta ahora, todo va transcurriendo en normalidad y no tengo idea de lo que ocurrirá con el devenir de los acontecimientos, porque al final desconozco muchas cosas y pareciera que la gloria es inalcanzable.
Mis sensaciones se encuentran en un sentimiento indescriptible. Estoy en Indonesia y si les cuento cómo llegué, no me van a creer. Hace tan solo días falleció Freddy Elie, una persona demasiado importante en mi vida, el que me abrió la primera gran puerta. Sé que quieren conocerlo todo, pero vamos por capítulos, que esta serie de llama Junior, el grande del barrio. Sigo hablándoles.
Les contaba sobre mi papá. Es una persona a quien amo profundamente y respeto por su calidad humana. Trabaja duro para salir adelante y le costaba muchísimo poder regalarme un par de tacos, así fueran usados. Me llevó a un equipo llamado Petroleros y ahí, sin tener mucha idea sobre cómo jugar un deporte organizado, conocí al profesor Elie. Me observó y entrenó por algún tiempo, hasta que dejamos de vernos porque la situación se complicó y tuve que abandonar el lugar. Me volví un jugador de calle y ahí, entendí la valía de mi raza y comprendí que la necesidad aflora al talento. Era combativo, amateur, profundamente soñador y una noche, cuando todos estábamos a punto de dormir, sonó el teléfono de mi hogar: era el profesor Elie, diciéndole a mi mamá que me llevase a la cancha de El Callao, porque había un proyecto llamado Deportivo Rayo Zuliano y estaban captando jóvenes para darle forma a todo. A las siete de la mañana del día siguiente estábamos ahí y solamente me iban a ver un día, así que dije “tengo solamente una oportunidad y no la pienso desaprovechar”. Tenía apenas 13 años y cuando estaba por marcharme, me dijeron que era parte de la lista. ¿Les confieso algo? No sabía lo que significaba estar en un equipo profesional, ni qué era un módulo de selección nacional, pero ahí empecé y Dios iba a ayudarme.
26 de febrero de 2023. Reinaugurábamos el “Pachencho” Romero y recibíamos a Mineros de Guayana. Fue un partido duro, áspero y lleno de goles, y ese día, después de un bonito proceso en categorías menores, ante la mirada de mi familia y rodeado de aquellos quienes siempre me han apoyado, marqué mi primer gol en Primera. El encuentro concluyó 4-4 y sabía que muchas cosas llegarían. Debuté como profesional de esta materia y anoté. Pensé en mil cosas aquella vez.
Permítanme asumir de nuevo el rol de escritor y mutar en medio de tantas palabras: Junior fue colector de autobús porque su padre necesitaba un ayudante en la línea para la cual trabajaba. Vendió ajos, ofreció aliños en tiendas y se ganó la vida donde se forman las grandes personalidades, en la calle. El fútbol es una nave espacial que lo impulsó a niveles de vida diferente y ahora espera ir con propulsión a chorro con dirección a una nueva latitud, sabiendo, como bien ha aprendido en el sendero del vivir, que todo se gana con esfuerzo.
“Imaginen cómo me puedo sentir, que pasé de moler aliños a estar en un Mundial. Todo en menos de tres años, que para mí han sido un abrir y cerrar de ojos. La vida te puede cambiar, pero tienes que estar preparado pensando en las oportunidades que van a llegar. Yo me siento listo y estaré ahí para cuando el técnico me necesite. Nada es más hermoso que representar a tu país”, aseveró el zuliano. Es un rayo, un pedazo del Catatumbo en Asia.
Junior Colina ha sido visto por ojeadores internacionales, despertando el interés de clubes foráneos, pero por ahora, su mente está concentrada en impulsar a Venezuela hacia la consecución de un hecho histórico. Es un jugador de equipo, un tipo que está dispuesto a dar la mano y su mano está llena de profunda fe.
“Tenemos un buen equipo, que más que eso, es una familia. David Martínez es un gran jugador, un buen muchacho y un gran amigo. Todos estamos preparados para, en nombre de quienes creen en este proyecto, dar lo mejor. A Venezuela le decimos que vamos a entregar lo mejor de cada uno”, agregó. Lo había dicho al principio: no desistió y aunque está sentado sobre una unidad cargada de sueños, puede cobrar jugadas y un pasaje rumbo a lo inmenso.