Por Miguel Santana – @Santanadeportes.- No tienes idea de lo que vas a hacer, solo te pido relajes tu mente, porque estás a punto de viajar a lo profundo de tu atención, con las lágrimas de felicidad como fieles acompañantes y una sonrisa silenciosa, que denota el final de una sequía y supone el inicio de una nueva era. Lo primero que quiero decirte es que, espero disfrutes esto como nadie, y a su vez, pido de regreso el testimonio salido desde tu ser.
Un joven llamado Franco De Vita, ha sacado el álbum Fantasía, producido por el propio artista, en colaboración con Álvaro Falcón. Ten esto en cuenta: durante este texto, “solo importas tú”, y estoy seguro que escuchaste dicho tema mil veces. “Aquí estás otra vez”, leyendo, mientras comienzas a pensar en las letras de semejante fenómeno, pero lo que no sabes es que dicho disco salió en 1986. ¿Dónde estabas? Un grupo, ni siquiera había nacido; otro, se hallaba empezando a vivir, pero seguramente, habrá quienes sí recuerden y “no hace falta decirlo”, porque me basta con tus ojos, sensibles ante lo que dicta el corazón.
Por aquel calendario, Yordano logró que muchos estuvieran “locos de amor”, con sus prodigiosas creaciones, que enaltecían valores a través del arte, “aquí viene la noche” presagiaba encuentros de suprema seducción, pero nada te llamaba más la atención que aquella invitación de papá: “vístete, que vamos al Universitario”. Lo más probable es que todavía no caigas en cuenta, pero eso también pasó en el 86.
Vanessa Goncalves y Dayana Mendoza nacieron bajo la orden celestial de representar con dignidad al país de las mujeres hermosas; Pablo Sandoval y Luis Bethelmy recibían la bendición del talento deportivo al primer grito sagrado; se apagaba la música de Antonio Lauro y José Beracasa, dejaba un legado en el deporte. De nuevo, presente estamos en aquel recordado 1986, año de gloria para una afición que nació el 31 de octubre de 1962, en el ascendente béisbol nacional.
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Bryan Clark miró a home, detrás del guante escondía la última pelota, lanzó con fuerza y su tiro fue conectado por Edgar Cáceres, todo al guante de Argenis Salazar, quien en combinación con Alfredo Pedrique, consumó el out 27 de una final que se extendió a siete encuentros versus Leones del Caracas. Fue un inolvidable 2-0, todo por el jonrón de Raúl Pérez Tovar y el hit del mismísimo Pedrique, tipo clave. Los Tiburones de La Guaira ganaban así su título número siete en toda la historia.
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Aférrate a la máquina del tiempo, porque 13 mil 870 amaneceres después, llegó la luz. El sufrimiento ha terminado, la espera llegó a su fin y con ello, los corazones se hinchan de grandeza real, con la sinceridad del éxito tangible. Esta vez fue Danry Vásquez quien tomó la última pelota y Oswaldo Guillén, el manager que obtuvo lo mismo que como pelotero alcanzó. Todo, en el mágico Antonio Herrera Gutiérrez, donde la irreverencia del cardenal no pudo ante la fuerte mordida.
Ocurre esto en un mundo diferente, donde la tecnología nos lleva al pasadizo que culmina encima de aquello que creíste imposible. Los aficionados guairistas no pudieron contener las lágrimas, porque nada es más humano que el sentimiento de amar aquello que llevas en el alma. Las calles del Litoral están abarrotadas, los peloteros saludan al público recibiendo gestos de profunda admiración, porque, a fin de cuentas, el béisbol es una manera de vivir y una vida dentro de la misma vida.
Franco De Vita y Yordano se cansaron de cantar; las misses tallaron sus nombres sobre cada corona; “Kung Fu” bateó durante mucho tiempo; el “Tsunami” es más que respetado en cada tabloncillo, incluyendo al José Beracasa, donde miles de eventos deportivos se han llevado a cabo a lo largo de las últimas décadas. Mientras la historia transcurre, otras se van contando, sobre la coexistencia de cada manera.
Fueron 38 largos años, que perfectamente pudo ser una vida. La dulce espera de los salados, la comprobación del profundo aguante del aficionado de verdad, el arte de la paciencia en su más grande expresión y lo más importante de todo, lealtad. Si eres fanático de Tiburones, esto es para ti. Estamos llegando al final del recorrido.
La mejor forma que tienes de pagar este viaje, es sonriendo. Recuerda a los que te hicieron sentir la camisa que ayer manchaste de gloria; abraza a los que, durante mucho tiempo, salieron contigo del estadio suplicando un presente mejor; reconoce la valía de quienes hicieron que esto fuera posible y nunca, pero nunca, dejes de amar. Ha sido un placer acompañarte en este sendero. Te abrazo y deseo lo mejor.
