Por Ramon Vilageliu.
Hay gente que nace con suerte. O que se la encuentra. Pero que tiene suerte, en definitiva. Gente a la que le sale todo bien. Y, a veces, esto ocurre poque uno se lo trabaja. Porque uno hace todo lo posible. Pero es imposible que siempre todo salga bien. Hace falta tener a la diosa fortuna de tu lado alguna vez, porque si no, no todo siempre sale como nos gustaría. Por lo tanto, hay gente que tiene suerte y que no la puede trabajar con los años. Se le aparece cuando más lo necesita. Cuando menos se lo esperaba. Como ese amor que aparece en tu vida cuando estás pasando un mal momento y necesitas desahogarte. La suerte es ese amor. Que se presenta sin que se la llame pero que, cuando lo hace, su aparición es una bendición. Para Marruecos la victoria en los penales frente a España apreció de la nada. Cuando todos esperábamos que España superara a los africanos apareció una tanda de penales de la nada. Y una eliminación dolorosa para España. Una más.
Los españoles han hecho un buen partido. O al menos, han tratado bien el balón. Y vaya si lo han hecho. Solo les ha faltado limpiarlo y ponerlo de vuelta en su cajón, porque no lo han ni pateado. Ni tan solo en la tanda de penales se ha visto un disparo seco a portería, todo han sido pases. Como si quisieran tratar tan bien al esférico que no le querían hacer daño. Y al final la pelota, cansada de tan buen trato, ha decidido irse con el otro equipo. Bono se ha erigido como rey. Y el palo como un aliado de poder. Sarabia entraba en la prórroga como especialista en patear penales, y ha sido el primero en errar. Sin embargo, en los otros 120 minutos de partido, España ha tenido el balón. Pero nada más. No ha creado demasiado peligro a excepción de dos contadas ocasiones. Y ha permitido a Marruecos encerrarse y buscar el contragolpe, escenario muy cómodo para el combinado magrebí. Y a cuartos. Por primera vez en su historia. Y si en este Mundial hemos aprendido algo es que se necesita la suerte de tu lado para poder ganar, si no, mal lo tienes.
