Por Ramon Vilageliu.
Hay momentos en que no puedes más. Momentos en los que ya has dado todo de ti y en los que solo puedes ver pasar los eventos de la vida delante de ti sin poder intervenir. Porque tu intervención se convierte en papel mojado, porque lo que haces, o, simplemente, intentas, fracasa. Y es mejor mirar. Y aprender para levantarte más fuerte el día de mañana. El aprendizaje es algo infravalorado. A veces, vale más aprender que ganar. Vale más fallar que hacerlo todo bien. Porque si no, ¿qué gracia tiene la vida, so ya lo hacemos todo perfecto? Así seguramente pensaron los jugadores de Corea del Sur después de la derrota por 4 a 1 frente a Brasil. Porque de ese partido salieron calientes en cuanto a goles, pero aprendieron de lo lindo.
Y es que Brasil tiene eso. Y aún más este grupo de jugadores. Pasan por encima de cualquier cosa o equipo que se les presente delante. Da igual cómo lleguen los otros. Ellos van a pasar por encima suyo como un torbellino. Sin piedad. Sin miramientos. Sólo mirando por su disfrute. Y así lo hicieron con los coreanos. En 30 minutos, partido resuelto. Un 3-0 redondo, bello, fácil. Sin despeinarse. Todos en fila. Brasil arrasó. Nada más, ni nada menos. Los mejores 30 minutos de un equipo en el Mundial. Y hasta ahí el partido. Se tomaron el lujo de marcar uno más. Pero para sonreír. Y bailar. Les encanta hacerlo, y nosotros, lo aplaudimos. Porque esto es el fútbol: pasarlo bien. Y los Neymar, Vinicius, Richarlison and company lo hacen a las mil maravillas. Uno detrás de otro. Sin prisa, pero sin pause. Vísteme despacio que tengo prisa. Y que pase el siguiente. La pobre Croacia. Una víctima más de los caimanes brasileños.
