Por Ramon Vilageliu.
Qué bonito es cuando todo sale bien. Cuando, hasta lo que no planeas, va de las mil maravillas y te acompaña en lo que esperabas. No siempre ocurre esto, pero cuando lo hace debes estar ahí, debes aprovecharlo. Hay gente con ese don. Que le sale todo bien. Que la chica más guapa de la clase le pide ir al baile. Qué bonito era eso. A Marruecos también le está saliendo todo en esta copa del mundo. Buscándolo, y encontrándolo. Como quién no quiere la cosa. Surrealista. Y realista a la vez. Walid Regragui ya tiene una estatua en Rabat. Como para no tenerla.
Era el día de hacer historia, no solo por Marruecos sino por un continente. Y así lo hicieron. Por todo lo alto. Cargándose a la Portugal de Cristiano Ronaldo y compañía. Y de qué manera, una demostración de fuerza, garra, oficio. Una demostración de fe. De confiar. De creer en uno mismo. Bono. El portero del Mundial. Una actuación más a la altura de un campeón. No hay muchos adjetivos más para calificar a la gesta marroquí. O puede ser que no los encuentre porque lo que han hecho se escapa de toda lógica, de todo razonamiento crítico. Lo cierto es que lo han hecho. Te quiero fútbol. Porque me regalas cosas como éstas y me haces volver a creer en el deporte, en la vida misma. Marruecos lo ha conseguido. Ha puesto a África por primera vez en unas semifinales del máximo torneo del mundo. Y con orgullo. Y poniéndose el mono de trabajar. Y con bajas. Marruecos lo ha hecho. Es la felicidad de un país, de un continente, de un planeta. Nos encantan las historias de amor con final feliz y esta no ha terminado aún, pero lo que han conseguido ya es digno de alabar. Viva el fútbol. Viva la suerte que tienen algunos equipos. Pero suerte en el buen sentido. Viva la persistencia, el saber hacer y trabajar. Marruecos lo ha hecho, sí, y tú también puedes hacerlo.
